Descubrimiento del Prometio

7/8/20252 min read

En 1940, solo faltaba por completar el últimos hueco de la tabla periódica hasta el uranio (el entonces considerado límite natural de los elementos) ya se habían descubierto. Pero seguía habiendo un ausente notable: el elemento número 61.

Su descubrimiento se complico debido a su elevada radioactividad lo que resultó en que no existiera en la naturaleza. La clave para descubrirlo llegaría como un subproducto inesperado de uno de los avances más importantes de la física moderna: la fisión nuclear.

En 1932, James Chadwick descubrió el neutrón, y de inmediato los físicos comprendieron su enorme valor como herramienta para explorar el núcleo atómico. A diferencia de otras partículas, el neutrón no tiene carga eléctrica, lo que le permite atravesar el campo positivo de los núcleos sin ser repelido. Esto abrió un camino nuevo para transformar átomos y crear elementos artificiales.

Uno de los primeros en lanzarse a esa aventura fue Enrico Fermi. Durante la década de 1930, él y su equipo en Roma llevaron a cabo numerosos experimentos bombardeando elementos con neutrones. Entre ellos, intentaron golpear al uranio con partículas alfa, esperando crear elementos más allá del número 92. Aunque no pudieron demostrarlo en su momento, produjeron una serie de productos químicos extraños que confundieron a toda la comunidad científica.

La explicación llegaría años después. En Alemania, Otto Hahn descubrió que uno de esos productos era el bario, un elemento de peso mucho menor al uranio. Su antigua colaboradora, Lise Meitner, refugiada en Suecia tras huir del nazismo, propuso la explicación correcta: el núcleo del uranio había sido partido en dos. Habían presenciado, sin saberlo, la fisión del átomo de uranio.

Este fenómeno no solo liberaba enormes cantidades de energía, sino que generaba una larga lista de productos de fisión. Finalmente, en 1948, los químicos J. A. Marinsky, L. E. Glendenin y C. D. Coryell, trabajando en el laboratorio nacional de Oak Ridge (Tennessee), consiguieron aislar el prometio entre los subproductos de la fisión del uranio. Lo lograron analizando cuidadosamente los residuos generados en los reactores del llamado Clinton Laboratories.

El nuevo elemento tal como se esperaba resultó ser altamente radiactivo. Todos sus isótopos tienen vidas medias cortas siendo el más longevo apenas alcanza los 30 años.

Los científicos lo bautizaron prometio, en honor a Prometeo, el titán de la mitología griega que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los humanos. Le pusieron este elemento ya que había sido creado en el ''fuego'' de un reactor nuclear.